16 octubre 2012

...De cómo se llamaban estas tierra antes que Colón las descubra

Aunque de acuerdo a la versión simplista que transmite la tradición, y de manera inveterada e irreflexiva se enseña en las aulas escolares del país y el exterior, ligando la nominación de América al navegante y cartógrafo florentino, que elaborara la primera carta geográfica del Nuevo Mundo, aunque se cree la copiara del piloto de la nave “Santa María”, Juan de la Cosa, que en el plano coloca en pequeño óvalo a la Virgen identificándola con el Nuevo Mundo; sin desmerecer lo que tenga de valedera la versión, Ricardo Palma removiendo el depósito de la Biblioteca y Archivo Nacionales de Lima, donde oficiaba de Director, tropieza con un informe dirigido por la sede del Virreinato a la administración española, que hacía constar que el nombre primigenio del continente americano era de inspiración indígena, proveniendo de la voz tolteca Ameríc, formada por las palabras Merik: monte e Ike: grande, prominente o elevado.

El célebre autor de las “Tradiciones Peruanas”, profundizando la pesquisa sobre el hallazgo, devela que el cartógrafo florentino se llamaba Albérico, y no Américo como se admite hasta hoy, apuntando además que de acuerdo a la tradición imperante en la época, que bautizaba a las nuevas tierras solamente con el apellido del navegante que las encontraba (por ejemplo, Magallanes, Vancouver, Diemen, Cook y otros), mientras que a los países y ciudades se acostumbraba conferir el nombre a los integrantes de la familia real (el caso de Georgia, Lousiana, Carolina, Maryland, etc.), los territorios americanos hubieran tenido que llamarse Vespucio, a secas, o siguiendo la lógica anterior Cristofonía o Colonfia...

Aunque Colón no menciona en sus escritos el nombre nativo de estas territorios, él sostiene que sí lo conocía y al fallecer ignorando que había descubierto un mundo desconocido en la antigüedad, sus compañeros de viaje lo habían difundido en Europa, donde no se conocía otra relación impresa que la de Vespucci, se llega a confundir la pronunciación un tanto alterada de su nombre con la voz indígena antedicha, sustituyendo de esta manera todo vestigio de la connotación originaria.

Más adelante, en un tiempo en que tanto el navegante genovés como Vespucio ya habían fallecido, la obra “Cosmogograpraphiaeintroductio” del cosmógrafo Martín Waisdseemuller, de manera por demás injustificada propuso que el nombre del descriptor se sobreponga al de su verdadero descubridor, como en efecto se hizo contándose con la venia del gremio de cartógrafos de la época, para consolidarse definitivamente en 1522.

Además de la toponimia que todavía designa a una cadena montañosa dentro del territorio nicaragüense actual, a fin de despejar la interrogante de cómo se llamara América antes que la tardía nominación, acudimos a revisar una enciclopedia antigua, en la que consta que el nombre originario también se lo atribuye a un leño, un río que arrastra oro e inclusive a una divinidad precolombina. Aflorando la acepción asociada a una noción netamente espiritual, que continúa siendo la menos explorada hasta hoy, nos permitimos añadir una nueva hipótesis sin parcializarnos con otra, rescatando algunos mitos aborígenes que parecen exhumar de la psicología colectiva algunos pasajes olvidados en el ineluctable devenir del tiempo...

En este afán, la primera pista nos la brinda la revisión de los escritos de viaje del pionero de las ciencias naturales y geográficas modernas, el sabio alemán Alexander von Humboldt (17691859), durante la expedición científica que emprendiera por las selvas tropicales venezolanas, consiguiendo en más de cinco años clasificar varios millares de especímenes en flora y fauna hasta entonces desconocidas en el viejo mundo. Sería en ese recorrido que designa al puerto de Marapán como Amaracapan, inspirado seguramente en el bautizo que a comienzos del siglo XVII diera Sir Walter Raleigh a la costa venezolana avistada por Colón otorgándole el nombre de Amariocapana, pasando finalmente la nominación a la primera carta marítima publicada en Bale, bajo el apocope de “América Provincia”...

La palabra, la registra a su paso por la costa venezolana que en 1498 fuera descubierta por Colón, de quien se dice que luego de observar el panorama que ofrecía el lago Maracaibo, en un conjunto de chozas de troncos levantadas sobre sus aguas, rememoró a la ciudad europea edificada en las lagunas del Adriático, motivándole a bautizar al lugar con el nombre que lleva la actual república bolivariana, con el significado de una Venecia pequeña. De esta manera, la palabra americapan(a), establece un vínculo más entre el verdadero descubridor del continente, con quien por la magnitud de su proeza se lo conoce también como el descubridor científico de América (o “segundo Colón”), habiendo portado su madre como apellido de soltera Colomb, por simple casualidad.

No obstante, la nominación humboltniana pasaría desapercibida entre el maremágnum de aportaciones que el connotado científico legara a la ciencia moderna, además de la gran influencia que ejercitaría sobre los científicos e intelectuales contemporáneos, entre ellos al mismo Darwin que al confirmar las apreciaciones en cuanto a las adaptaciones experimentadas entre la fauna de la isla de Galápagos, le permitiría lanzar su famosa teoría sobre la evolución de las especies…

Siguiendo las pautas aportadas por el científico alemán, nos enteramos que la palabra Ameri, en la época que visitara el Nuevo Mundo fuera muy difundida en Europa, aplicada a cierta variedad de Pan (un amasijo precolombino de maíz, quinua u otra variedad no recordada en nuestros días?), que los nativos portaban en aguayos como avío en recorridos prolongados; a la cual se le habría agregado el nombre de la deidad americana Madre de las aguas llamada Kabana o Kawana, lo cual nos brindaba una pista más en el intento de esclarecimiento que procurábamos.

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